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Se cumplen 130 años del nacimiento del escritor estadounidense.

 

En esta nota, celebramos su aporte a la literatura fantástica y de terror cósmico, que solo comenzó a difundirse luego de la muerte del autor.

Se dice que fue un niño prodigio: a los dos años leía poesía y, a los seis, ya escribía. Su género preferido, el policíaco. Y todo comenzó con la gran biblioteca de su abuelo materno, con quien tuvo una estrecha relación, a raíz de la muerte temprana de su padre y una convivencia distante y difícil con su madre. El pequeño se llamaba Howard Phillips Lovecraft y había nacido el 20 de agosto de 1890, en Providence (Rhode Island, Estados Unidos). Con el tiempo, se convertiría en uno de los escritores más reconocidos de la literatura fantástica y de terror. Sin embargo, lo lograría de manera póstuma gracias a amigos y lectores que creían en él, ya que en vida, no consiguió publicar ningún libro más allá de un par de cuentos en las llamadas revistas Pulp: ediciones baratas y de consumo popular. 

Tras la muerte de su abuelo en 1904, el joven Howard había pensado en el suicidio, pero la aventura intelectual ganó la batalla, y se decidió a vivir y a descubrir todo aquello que le causaba una gran curiosidad. Pero los propios fantasmas no lo abandonaron más y, muchos de ellos, no solo se perpetuaron en su personalidad ermitaña y con cierta dificultad para las relaciones sociales -sobre todo con las mujeres, según algunos de sus biógrafos-, sino también en su literatura.  

Fuertemente influenciado por autores como Edgar Allan Poe y Lord Dunsany, interesado por las mitologías árabe y griega, y por historia góticas y sobrenaturales, escribió varios cuentos y poemas inspirados en ellas. Y no pasó mucho tiempo para crear todo un universo mitológico propio, cuya composición poco a poco fue aportando lo suyo al género del terror, la fantasía y la ciencia ficción. Varios son los críticos que señalan cierto pesimismo y cinismo a lo largo de su producción literaria, la cual dividen en tres grandes periodos: el de las historias macabras (1905-1920), el ciclo onírico y del sueño (1920-1927) y el de los famosos mitos de Cthulhu (1925-1935).

Así y redescubierto luego de su muerte, el 15 de marzo de 1937 a los 46 años, el mundo empezó a leer sus más de setenta textos que se publicaron y circularon a partir de entonces. Algunos de ellos: “La botellita de cristal”; “El misterio del cementerio”; “La bestia de la cueva”; “La ciudad sin nombre”; “Los otros dioses”; “Lo que trae la luna”; “El sabueso”; “La llamada de Cthulhu”; “La sombra sobre Innsmouth”; "Los gatos de Ulthar"; “El clérigo malvado”; "La llave de plata"; “El asiduo de las tinieblas”.

En toda su literatura, hay determinados temas que se van repitiendo y sobre los que el escritor atiende con especial interés. Los más comentados son “el conocimiento prohibido, la influencia de seres no humanos en la humanidad, la culpa heredada (el concepto de que uno no puede escapar de los errores de sus ancestros), el destino, la idea de una humanidad constantemente amenazada y en peligro, la raza, el género y los riesgos inherentes a una sociedad cientificista”, expresó el especialista español Josep Gavaldá, en un reciente artículo. Y agregó: “Lovecraft ha desarrollado un mundo de culto gracias a la creación de un universo propio de seres de naturaleza diversa, donde destacan los monstruos Primigenios y el Necronomicón, un terrible grimorio que muestra cómo invocarlos”.

Ese Necronomicón es uno de los elementos más atractivos de sus historias. Se trata de un libro que posee una cantidad de saberes mágicos y rituales que, según se aclara en muchos de los relatos, además de invocar a determinados seres terroríficos, puede provocar la locura y hasta la muerte. Hubo mucho debate acerca de si este libro existió de verdad; pero, según los expertos, todo indica que fue solo imaginación de Lovecraft para darle cierta coherencia a su ficción. 

Bestiario Lovecraft

En su ficción, H. P. Lovecraft introdujo una serie de monstruos y dioses con la que conformó todo un bestiario muy ingenioso para darle forma a su universo fantástico y de terror. Algunos de ellos son Azathoth, Shub-Niggurath, Cthulhu, Ghatanothoa, Yog-Sothoth, entre tantos otros, quienes representan siempre una amenaza para la humanidad, ya que cuentan con el poder de deshacerse de ella con solo mostrar sus colosales y horripilantes presencias.

Estos seres de los mitos de Cthulhu, por ejemplo, fueron clasificados y ordenados de alguna manera por el primer editor de Lovecraft, August Derleth, dado que el autor no los había escrito de forma sistematizada ni tampoco estableciendo relaciones demasiado claras para el lector. Así, Derleth jerarquizó aquellas deidades y entes monstruosos: los primigenios, los dioses arquetípicos y exteriores, y las llamadas razas menores. Muchos de ellos, escondidos en los confines de la Tierra y más allá. Sobre ellos, el historietista español Josep María Beà comentó una vez: “Lovecraft no puede interpretarse gráficamente, es un ejemplo de subjetivismo literario.... La mente de cada lector generará su propio monstruo en relación a los contenidos psíquicos que por su cultura y vivencias pueda barajar. La interpretación del universo lovecraftiano es personal e intransferible”.

Amantes y detractores 

Si bien el creador de estos mitos y textos de terror cuenta, incluso hasta hoy, con una gran cantidad de seguidores y fanáticos, tuvo también a sus detractores. Dicen los que saben que Lovecraft no fue muy apreciado por la crítica literaria y tampoco por otros escritores de gran renombre. En la Argentina, por ejemplo, Jorge Luis Borges y Julio Corázar no fueron muy simpatizantes de la obra lovecraftiana.

Ambos escritores argentinos no vieron en Lovecraft más que a un simple imitador del gran cuentista bostoniano, Edgar Allan Poe. Sobre todo, durante la primera etapa de su carrera literaria. De hecho, el propio Lovecraft lo manifestó en muchas de sus cartas: “Cuando escribo relatos, Edgar Allan Poe es mi modelo a seguir”. Cortázar, además, expresó cierta molestia contra los gestos de Lovecraft de autoproclamarse el heredero de Poe. Y Borges, por su parte, en una entrevista con el escritor Richard Burgin mencionó una vez que, en una reunión con otros autores, todos habían acordado elegir el mejor cuento que hayan leído. Uno de ellos había nombrado a Lovecraft y Jorge Luis Borges lo tomó como una broma. Burgin, en la entrevista, le preguntó si había leído a Lovecraft y el autor de El Aleph solo contestó: “No hay razón alguna para hacerlo”. 

Sin embargo hoy, a 130 años del nacimiento de H. P. Lovecraft, sus relatos siguen atrayendo a lectores de todo el mundo, e influenciando y traspasando los límites de los géneros artísticos. Su literatura llegó al cine, la televisión, la historieta, los videojuegos, y los juguetes y artículos de colección. Es cierto que Poe fue su gran inspiración para su escritura. No obstante, resulta innegable la atracción del legado literario que supo componer y las oscuras ocurrencias de su imaginación. Recorrer sus páginas una vez más, quizá sí nos den alguna razón para no dejar de leerlo y homenajearlo.      

Fuente: cultura.gob.ar