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Compartimos la entrevista de Telam, que le hicieran a Ricardo Foster. El filósofo acaba de publicar "La repetición argentina. Del kirchnerismo a la nueva derecha", en el que reflexiona sobre "la construcción del sentido común" en un nuevo escenario que considera atravesado por "una restauración conservadora" en nuestro país y en América Latina.

Integrante de Carta Abierta, profesor universitario, doctor en filosofía, ex secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, Ricardo Forster asegura que "se puede defender el campo nacional sin abandonar las grandes tradiciones eruditas" y rescata la figura de escritor, ensayista e intelectual Nicolás Casullo (1944-2008), con quien fundó la revista Pensamiento de los Confines, una cátedra en la carrera de comunicación de la UBA y el espacio de intelectuales Carta Abierta.

¿Podemos decir que el eje del libro es cómo se conforman las identidades políticas?
Me interesa pensar que si algo caracteriza a las últimas décadas es la crisis de las grandes estructuras identitarias de lo que se llamó la modernidad. Me refiero al momento a través del cual un individuo o un sujeto se siente de por vida parte de una identidad política y cultural, y eso es algo que remite más al pasado que al presente. Del siglo XX se sale con las grandes tradiciones populares en crisis y con una hegemonía no solo económica sino cultural, político, simbólica impresionante, que es lo que está cambiando últimamente. Los procesos que se vivieron en América Latina en los últimos quince años fueron muy novedosos y a contracorriente de lo que venía sucediendo a nivel global.

En el libro analizás la relación kirchnerismo y peronismo.
Creo que el kirchnerismo vino a rescatar al peronismo, fue una repolitización del peronismo. En los 90 el peronismo gobernante había invertido 180 grados los núcleos centrales de peronismo. Hizo todo lo contrario a lo que el peronismo vino a hacer a la Argentina y construyó una lógica de pacificación nacional bajo la pesada lapida del olvido y los indultos. Casullo llamaba al menemismo el prostíbulo del peronismo. El kirchnerismo le permitió a muchos peronistas volver a sentirse orgullosos de su condición. El kirchnerimso modificó al peronismo y lo colocó en una instancia de disputa de poder real en el país.

El kirchnerismo le permitió a muchos peronistas volver a sentirse orgullosos de su condición. El kirchnerimso modificó al peronismo y lo colocó en una instancia de disputa de poder real en el país.
Casullo es uno de los personajes más citados en el libro. ¿Cómo fue la decisión de crear la revista Confines?
La empezamos a diseñar en el 94 y el primer número salió en el 95. Decidimos expresar nuestra lectura de la realidad en una década, como la de los 90, desde una revista. Nos parecía que tenía que ser una revista que reivindicara la gran tradición del ensayo argentino, que discuta desde un lugar diferente la crisis civilizatoria de época, en la que se hablaba de la política desde un lenguaje que estaba muy degradado y tenía poca incidencia sobre lo real. Esto pasaba tanto con el lenguaje de la política como con la palabra de los intelectuales. Era una época de mucha planicie y Confines tuvo como principal cometido plantearse como una resistencia cultural.

Hay otro encuentro con Casullo que aparece en el libro y es cuando empiezan a pensar en Carta Abierta.
Carta Abierta surge casi inmediatamente después del estallido del conflicto por la resolución 125. El conflicto estalla en marzo de 2008 y la primera carta se publica en mayo. Nuestra preocupación era porque se trataba de algo más que de un conflicto con un sector por las retenciones, sino que había algo del orden del cuestionamiento a la legitimidad de un gobierno.

Estaba relacionado con algo que le impedía a la vida democrática expandirse más allá de las decisiones de los poderes corporativos, y eso era algo que se venía repitiendo en la Argentina desde los años 50.

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¿Cuáles son las discusiones hoy en ese espacio?
Se discuten los modos de generar condiciones para producir confluencias de distintos sectores políticos que hoy integran la oposición, revisar el camino recorrido. Se trata de asambleas, que son un espacio de absoluta libertad, y no hay ejes temáticos. Las cartas después intentan expresar de alguna manera lo que se discute, más las opiniones de un núcleo que es la coordinación de Carta Abierta, que sigue funcionando en paralelo a las asambleas. Es una tradición: la coordinación produce la carta, la carta va a la asamblea, se discute, le agrega cosas, se vuelve a discutir algo y después sale publicada en Página/12.

¿Cómo pensás desde hoy a Carta Abierta?
Carta Abierta volvió a darle una voz a la figura siempre difícil de definir como es la del intelectual. Sistemáticamente eludió transformar el lenguaje político en consignas vacías, en griterío, y trató de ser respetuoso de un lenguaje, de un tipo de interpelación a la sociedad que no ahorrase dificultades a la hora de tratar de pensar la complejidad de país como el nuestro. A su vez, intentó reivindicar una tradición política que es mucho más consistente que la que se expresa hoy en los medios de comunicación. Hay algo de banalización, de chatura, el dominio de la espectacularización en el dispositivo comunicacional que atraviesa la política. Se busca sacar a la política del denuncismo serial, porque cuando la política se convierte en un problema de abogados desaparece cualquier cosa atractiva e interesante.

Carta Abierta volvió a darle una voz a la figura siempre difícil de definir como es la del intelectual. Sistemáticamente eludió transformar el lenguaje político en consignas vacías, en griterío, y trató de ser respetuoso de un lenguaje, de un tipo de interpelación a la sociedad que no ahorrase dificultades a la hora de tratar de pensar la complejidad de país como el nuestro.


Hay varios pasajes dedicados al progresismo.
Uno de los logros del neoliberalismo fue transformar al progresismo en un lenguaje político correcto, despolitizarlo, escindirlo. Esto significa que para el progresismo de los años 90 se podía reinvindicar lo políticamente correcto, los derechos civiles, la ecología, pero nadie hablaba de la igualdad, la lucha por una sociedad más justa, redistribución de la riqueza. El progesismo se enfrentó al menemismo bajo una aceptación irrevocable: la economía no se podía modificar. El progresismo se volvió republicano y virtuoso. Eso fue la Alianza, la crítica moralista al menemismo.

¿Cómo analizás ese concepto a nivel internacional?
En Europa, cuando uno analiza el modo de interpretar qué pasó en América Latina entre la llegada de Chávez y la caída de Dilma, la mirada de los grandes medios progresistas como Le Monde, El País, New York Times sobre Argentina, Brasil, Venezuela era brutal. A su vez cuando analizaban a sus países eran absolutamente funcionales al proceso de transformación del estado de Bienestar en lo que hoy es la Europa contemporánea. Felipe González, Tony Blair, Hollande, la socialdemocracia alemana terminaron siendo absolutamente funcionales al neoliberalismo y ubicando a los populismos como el mal de la época. En América Latina el populismo implicó ampliación de derechos, de la vida democrática, inclusión social.

Para leer el cable completo acceder a https://cablera.telam.com.ar/cable/425527

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