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No es una simple casualidad que en estos tiempos afloren las noticias sobre robos seguidos de muerte y que dependiendo del medio en cuestión que “informa” afloren comentarios en los tonos mas variados y desde posiciones propias con o sin sustento para analizar la realidad.
También sucede lo mismo cuando “la noticia” es un abuso sexual o una violación.

En los primeros casos es importante ubicar en este contexto socio-cultural-económico y político el mensaje proveniente desde las políticas públicas que se podrían sintetizar en un aumento del ejercicio del poder de parte del aparato represor del Estado.
A eso le podemos sumar los altos niveles de desocupación, el aumento de la pobreza, los despidos y la precarización del salario.
En el segundo ejemplo si bien podemos acercarnos a algunas cifras con respecto a los femicidios, agresiones sexuales y los índices de violencia de género, pienso que el análisis debe estar centrado en esta ocasión en la respuesta y la reacción de la sociedad en determinados momentos en los que el pedido de justicia se ve acompañado del reclamo por la La Ley del Talión.
¿Y cómo no entender el dolor? ¿Quién se atreve a decirle a alguien que perdió un hijo, o a una mujer violada, que no puede sentir el deseo de matar al victimario? ¿Desde qué vara vamos a medir los auténticos sentires de las personas?
Evidentemente no se trata de eso.
Pensaba en esas respuestas de algunos sectores de la sociedad ( y no me refiero a las víctimas directas) en las que cuando se personaliza una situación (robo, ataque, asalto en la vía pública, asesinato) se incurre en el error de reducir el análisis y de responder en base a sensaciones (auténticas, por supuesto).
Indefectiblemente el otro pasa a ser un enemigo. La pérdida de la noción de semejante nos lleva al odio y ahí aparece esa posibilidad de matar, de terminar con la vida de alguien. Desaparecen las causas, el contexto, los motivos de la verdadera exclusión. Y así, quien toma el poder y el control de una situación por poco se transforma en héroe. Y aparecen las identificaciones. Y las certezas, siempre tan peligrosas. Comprender, analizar, buscar soluciones siempre es un camino mas difícil que el de juzgar conductas.

¿Qué analizamos?

Luego de aquella canción en la que el músico nos llevaba a sentir que “ellos solos pueden mas que al amor y son mas fuertes que el Olimpo(11 y 6 Fito Páez 1985) y en la que relataba un historia de una niña y un niño que aún en medio de la desprotección y el abandono, el amor resultaba ser el sostén, es el mismo Fito quien en una continuidad acerca de las condiciones de vida de los personajes nos dice: 

El chico de la tapa ayer vendía flores en Corrientes ,
después perdió a su chica en una sala en algún hospital
y hoy amablemente y con una gran sonrisa en los dientes
te para en la calle y si no le das te manda a guardar” (El chico de la tapa,1990)

La pregunta es: podemos acaso encontrar el nexo entre los niños/as que amorosamente vendían rosas en La Paz y el chico de la tapa?`¿A quién le vamos a disparar esta vez? Al nene de las rosas o “al que su madre está de yiro y sus hermanos bebiendo en la bar”?
Y con sobrados motivos alguien podrá esgrimir: era él o mi vida. Y ese no es el tema.
Pero sí es el tema al que los medios masivos nos invitaran a deglutir para que tomemos partido. Por la vida del asaltado, por supuesto. Entonces nos recordarán esa nota del Diario Clarín o de algunos otros medios afin que pondrán como ejemplo al pibe que dormía en un auto y en la calle y no tenía para comer y jamás robó nada y terminó sus estudios como pudo. ¿Para qué? Para que nos quedemos con una sola versión de la vida y digamos a coro la tristemente célebre frase de la estrella de la tv: “El que mata tiene que morir”. Sostenedora de la “Teoría de los dos demonios” que supo hablar de una guerra y de que lo que hay que hacer es olvidar, refiriéndose a la dictadura cívico-eclesiastica-militar de la que formó parte junto a otras famosas conductoras y vedettes admiradoras de asesinos y genocidas. La hipocresía tiene límites insospechados.
Siguiendo con las manifestaciones de la cultura en torno a estos fenómenos tenemos las expresiones de Agarrate Catalina. La murga uruguaya que en un emotivo video clip nos muestra imágenes que van acompañadas de una letra fuerte y cierta también del tema La Violencia.

"Voy a salir de caño, ya estoy re duro, estoy re pasado, 
como ya estoy jugado me chupa un huevo matarte o no. 
Mi vida es un infierno, mi padre es chorro, mi madre es puta, 
vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón. 
Yo soy el error de la sociedad, 
soy el plan perfecto, que ha salido mal. 
Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, 
las leyes del mercado me convirtieron en funcional. 
Soy un montón de mierda brotando de las alcantarillas, 
soy una pesadilla de la que no vas a despertar. 
Vos me despreciás, vos me buchonéas, 
pero fisurado, me necesitás. 
Soy parte de un negocio que nadie puso y que todos usan, 
es la ruleta rusa y yo soy la bala que te tocó. 
Cargo con un linaje acumulativo desmisiadora, 
y un alma que supura veneno de otra generación." 

Retornando a esa pregunta inicial y a estas consideraciones podemos pensar que aquello que analizamos, lejos de justificar delito alguno es la posibilidad de unir las partes de un rompecabezas que no comienza en la expresión de la violencia en sí. Sino en las condiciones de vida que siempre serán determinantes de la construcción de la empatía y del otro como semejante. Habrá historias que dieron paso a ese sostén y hay muchas en las que esto no sucedió. ¿Cuál es entonces nuestra posición ante semejante carencia? Habrá quienes piensen que el remedio es mas represión, inclusive la muerte. Y que como la peste, el exterminio es necesario. Por eso no nos sirve pensar en salidas individuales, en “lo que yo haría”. Jamás las salidas de este tipo dieron solución a conflictos estructurales. La psicoanalista y libre pensadora Silvia Bleichmar dijo alguna vez que “la venganza es la hija mal parida de la injusticia” y también expresó en relación a sus conceptualizaciones sobre el poder y la perversión que “El Poder, entonces, para no devenir impiadoso con la moral, debe ser atravesado por la Ética, y esto en el sentido que Levinas propone: como presencia del otro que irrumpe en mi egoísmo solipsista, pero también en los términos que Freud mismo define cuando pone en los orígenes de toda Ética la prohibición de ejercer daño a un tercero...Thomas Mann sintetizó maravillosamente la paradoja del deseo mortífero y su prohibición en Moisés, al afirmar que su personaje, luego de haber dado muerte en su juventud a un egipcio en un ataque de ira –aun cuando su furor estuviera determinado por el deseo de hacer justicia ante la crueldad del otro–: “Supo que si matar era hermoso, haber matado era terrible, y por eso matar debía estar prohibido”. (Silvia Bleichmar, Poder y Perversión)

¿Y con los abusadores y violadores?
También expreso que en tantos años de trabajo con mujeres víctimas de violencias, casi siempre lo que ellas reclaman y exigen es justicia y que no conozco salvo una sola situación de parricidio, que ellas hubieran actuado “por mano propia”. Y seguramente es un tema controvertido. También tenemos el ejemplo de las Madres, Abuelas, Hijos y Familiares quienes aún en ese inmenso dolor tampoco actuaron desde la venganza sino desde la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Lo controversial sigue siendo entonces un dilema ético que en todos los casos nos debería llevar a tomar el camino de la construcción con otros y otras en la obtención de justicia o unirnos en el sentido de construir un contra-poder, un poder que nos permita ubicarnos lo mas lejos posible de la idéntica condición de quienes piensan que “la vida no vale nada”.
Y tal vez se torne necesario poder diferenciar entre la posibilidad que tiene un ser humano de elegir entre el ejercicio de la crueldad u otros modos de ser en el mundo. En el caso de los torturadores, abusadores y violadores hay una instancia ética que está perdida debido al goce que experimentan con el sometimiento de quien no puede defenderse.
Pero quien sale a robar, la mayoría de las veces está ejecutando un gesto de desesperación ante la imposibilidad de subsistir. Al menos en una primera etapa.
En ambos ejemplos es absolutamente necesario que sea la Justicia quien tome la decisión de que las leyes que regulan nuestra cultura y por ende, el funcionamiento de la sociedad, actúen en el sentido de sancionar y establecer los límites necesarios.
Y si acaso esa justicia no responde a los requerimientos para que sea así, será la fuerza de un pueblo la que le exigirá el cumplimiento de su rol.
Sin olvidarnos que los desposeídos, el pobrerío, los olvidados y marginados y al decir de la canción: las almas que supuran veneno de otra generación, son el resultado de nuestra propia creación. Y hacerse cargo de la recomposición del tejido social es tarea de todos/as.

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