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La aplicación de políticas neoliberales trae aparejada la fractura social con su peor consecuencia: la muerte de ciudadanos producida tanto por la represión de fuerzas federales, como por la desidia que surge de los ajustes económicos que apuntan a destruir dos derechos básicos: la Salud y la Educación.

 

Luego del ciclo de gobiernos peronistas surgido en 2002 con Adolfo Rodríguez Saá, y finalizado en 2015 con Cristina Fernández de Kirchner, se reinstauró un gobierno neoliberal con la llegada de Mauricio Macri. Desde entonces, se produjeron las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, a causa de la represión de fuerzas federales, y las de Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, a consecuencia de la  desidia aplicada por feroces ajustes a la educación pública. Es de destacar también, que el informe contra la Represión Policial e Institucional, presentado por CORREPI en diciembre de 2017 afirma que en los 721 días que llevaba por esa fecha el gobierno macrista, se contabilizaron 725 ciudadanos muertos por casos de gatilló fácil o torturas policiales.

La llegada del empresario Mauricio Macri a la presidencia de la Nación, como la de su delfín político, María Eugenia Vidal, a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, reinstauró un modelo neoliberal cuyas consecuencias, un sector importante de nuestro pueblo pareció haberse olvidado en momentos que ejerció su voto, allá por octubre de 2015, y que ahora -hundido en el espanto- recuerda cada vez que llegan las facturas de los servicios de gas, agua y energía eléctrica, viaja en los transportes públicos o va al supermercado, para sintetizar en términos generales.

Sin embargo, el recuerdo como trompada de las consecuencias sociales que traen aparejadas la aplicación de políticas neoliberales, se materializa de la manera más atroz cuando comienzan a velarse trabajadores que son asesinados a causa de la represión policial, por exigir derechos, o por la desidia de los gobernantes de la alianza Cambiemos, quienes se desentienden de los efectos inmediatos que traen aparejados los feroces ajustes económicos, en los sectores más humildes de nuestra comunidad.

Los fallecimientos a causa de la explosión que produjo un escape de gas de Sandra Calamano (48) y Rubén Rodríguez (45), vicedirectora y auxiliar de la Escuela N°49 del barrio San Carlos en el partido de Moreno, se pudieron haber evitado si el Estado hubiese estado presente y el Consejo Escolar de ese municipio del conurbano oeste, no hubiese estado intervenido desde finales de diciembre del año pasado, por decisión del gobierno que encabeza María Eugenia Vidal.

Las autoridades de la Escuela N°49 “Nicolás Avellaneda”, ubicada en el barrio San Carlos del partido de Moreno, en varias oportunidades denunciaron la pérdida de gas que ponía en peligro a la comunidad educativa de ese establecimiento. El resultado final fue el peor de los esperados. Estos dos trabajadores de la educación pública, fallecidos a consecuencias del ajuste que implementa la gobernadora María Eugenia Vidal, salvaron con su muerte la vida de 450 chicos que concurren a esa escuela primaria. Una ironía macabra del destino.

El ajuste mata, el neoliberalismo mata

El líder popular, y tres veces presidente, Juan Domingo Perón, afirmaba en una de sus famosas máximas, que: “La Historia, para que no se repita, hay que leerla”. Son varios los motivos -y no es el objetivo de esta nota plantear una discusión al respecto o elaborar una tésis para su análisis- por los cuáles, la mayoría del pueblo argentino decidió con su voto poner fin al ciclo peronista surgido en el año 2002, con la fugaz presidencia de Adolfo Rodríguez Saá. Sin embargo, si algo quedó demostrado, es que no se llegó al corazón -como sí en parte al bolsillo- de nuestro pueblo, en los últimos tramos de ese ciclo de gobiernos peronistas.

Nuestro pueblo se embelesó manipulado por un odio que no era el suyo, y por los efectivos trucos de marketing político -planificados con muchos años de antelación- y votó, en gran parte, por la aspiración tilinga de ese deseo material, del que sabe que no va a poder materializar. Esta experiencia, debe servirle al peronismo para entender que debe volver a sus fuentes doctrinarias, y obrar en función de reinstalar una comunidad organizada.

El ajuste mata, el neoliberalismo mata. Así sucedió al final del mandato de Raúl Alfonsín, con decenas de muertos a causa de la represión policial durante los saqueos a supermercados de mayo de 1989, que se dieron como expresión de un estallido social en medio de un proceso hiperinflacionario como no había conocido nuestra historia económica. Continuó con la etapa de hiper-recesión producida por los gobiernos de Carlos Menem, y llegó a su paroxismo en aquel fatídico 20 de diciembre de 2001, con 36 argentinos asesinados por la orden bajada a la policía de otro gobierno radical, el encabezado por el olvidable Fernando De La Rúa.

Con la instauración del ciclo de gobiernos peronistas, a partir del 2002 con Adolfo Rodríguez Saá y finalizado con Cristina Fernández de Kirchner, en 2015, comenzaron a implementarse políticas de inclusión social, que resignificaron en gran medida el objetivo de lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Sin embargo, un oscuro episodio empañó ese ciclo virtuoso: los asesinatos a manos de la Policía Bonaerense, de los militantes populares Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, el 16 de junio de 2002, quienes reclamaban por un aumento general del salario y mejoras en las políticas sociales, en la zona de la Estación de Avellaneda. El presidente en ese momento, era Eduardo Duhalde.

La llegada a la presidencia de Mauricio Macri, reinstaura el fracaso modelo neoliberal neoliberal, que hasta el momento produjo cuatro muertos: Santiago Maldonado y Rafael Nahuel -víctimas de la represión-, Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, a causa de la desidia que produce el ajuste en la educación pública.

De la unidad del campo nacional y popular en base a un programa de gobierno que anteponga los intereses supremos de la patria, luego del movimiento y por últimos de los hombres y mujeres, depende que Macri no sea la cabeza de playa de la reinstauración de un nuevo ciclo neoliberal en Argentina, y que sólo sea un gobierno que finalizará su mandato el próximo 10 de diciembre.

La tragedia que terminó en las muertes de los trabajadores de la educación, Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, se pudo haber evitado si la gobernadora macrista María Eugenia Vidal hubiese dado respuestas a las demandas de mejoras edilicias presentadas por SUTEBA y otros gremios docentes de la provincia de Buenos Aires.

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