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Comienzo  mi columna con una frase gráfica y acertada de ese gran pensador nacional, nativo de Lincoln, y fundador de F.O.R.J.A. Arturo Jauretche que refiriéndose a las condiciones impuestas a nuestros países por los organismos internacionales de crédito (B.M. y F.M.I.) las definió como que: “Era ir a comprar al almacén con el libro del comprador escrito por el almacenero”.

 

La referencia viene a cuento de lo que sin duda constituye el tema del momento, el  anuncio presidencial  de celebrar un acuerdo con el F.M.I. y que luego otros funcionarios pormenorizaron alegando que sería para que nos asistan con unos 30 mil millones de dólares, -justificando ello en que peor sería pagar tasas de interés del 13 % anual en dólares contra el 4.5 % que cobraría el organismo internacional de crédito-,  y a su vez, mencionando que se trata de otro F.M.I., distinto al recordado por la memoria popular.

La afirmación de que se trata de otro F.M.I. distinto al que conocimos en anteriores experiencias, carece de todo fundamento, y evidencia un intento de confundir a la ciudadanía a fin de alejar el recuerdo popular de las consecuencias económicas y sociales que vivimos en épocas de invocación de ayuda al mismo organismo internacional. De hecho, el mismo funcionario que lo afirmó, se abstuvo de explicar porqué y  cuáles eran las diferencias.

La diferencia de tasa, importante por cierto, requiere como contrapartida un protocolo de entendimiento donde se imponen metas que nos comprometemos a cumplir, sometiéndonos a auditorias trimestrales a cuya previa aprobación, va a estar sujeto cada uno de los desembolsos, -ya que el dinero solicitado en préstamo no es entregado, sino que por el contrario, es retenido y sujeto a la permanente aprobación del organismo respecto a las metas impuestas-. La soberanía y autodeterminación de la Nación queda así sujeta a intereses económicos de un organismo internacional apatriado.

En efecto, esas condicionalidades que nos serán impuestas y deberemos aceptar, del caso es destacar,  no contemplan nuestras necesidades para un desarrollo productivo que genere empleo y mejores condiciones de vida a nuestra población, sino que prioriza los intereses de los países  desarrollados y de las grandes corporaciones  económicas multinacionales y consisten sustancialmente en ajustes a las Pymes nacionales, a los asalariados, a los jubilados, a los gastos de la seguridad social en general y al  achicamiento del estado en todos sus ámbitos, incluidos salud y educación.

Sintetizando, las condicionalidades que nos impondrá el F.M.I. estarán dirigidas a los institutos previsionales  provinciales que aún subsisten, especialmente al Instituto de Previsión Social (I.P.S.) de la provincia de  Buenos por su magnitud, para que se los iguales a la baja al régimen del A.N.S.E.S. recientemente reformado, aumentos salariales y previsionales por debajo de la inflación y sus consecuentes secuelas recesivas sobre el consumo y el mercado interno, acentuando la pérdida del poder adquisitivo del salario y los índices de desocupación.

Lo dicho, no es un futurismo liviano, sino que se encuentra basado en el proceder de dicho organismo internacional en sus intervenciones en los distintos países requirentes, así como en nuestra propia experiencia nacional, con las consecuencias económico-sociales que todos recordamos.

Esto que hoy es una verdad indiscutible, fue anticipado por Daniel Scioli en el inolvidable debate con Macri en  la campaña presidencial del 2015, cuando informó concretamente a la ciudadanía las metas y fines económicos del por entonces candidato a presidente, descartado por el mencionado con livianas menciones digitadas por su entonces asesor de campaña. La situación actual reinante, ha dado razón a lo afirmado por entonces por Daniel Scioli, quien “tenía un plan de gobierno sólido para generar puestos de trabajo y que el plan de gobierno de quienes hoy están gobernando era fundado en el endeudamiento con asesoramiento del F.M.I.”, en palabras de Silvina Batakis, economista reconocida en su ámbito.

En este escenario, nada más puede esperar un peronista que la doctrina que nos guía se haga presente e ilumine a nuestros legisladores y funcionarios, de manera de repensar este camino económico, con consecuencias inevitablemente sociales, en beneficio de nuestro presente y futuro.

Concluyo con otra cita de Don Arturo Jauretche: “Si malo es el gringo que nos compra, peor  es el criollo que nos vende”.

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