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Con un decir pausado y a media voz, casi hablándole al eventual oyente, el cantante uruguayo construyó una rica carrera artística que reúne 15 discos, premios Grammys, un Oscar, y un vasto público que lo sigue y aumenta con los años.

 

Su nueva producción revalida los elogios. “Salvavidas de hielo” es el título del álbum que Drexler viene presentando en gira latinoamericana, y que en el primer track tiene la canción que simboliza, a mi entender, el momento de búsqueda-encuentro-descubrimiento del autor: “Movimiento”. La letra es una reflexión sobre la parábola de la existencia humana y del artista sobre su propio emplazamiento espacio temporal: “su” cultura, la “identidad”. No son temas nuevos en su obra, en todo caso son respuestas a interrogantes que ya se planteaban en “Frontera” (de 1999), “Eco” (2004), “12 segundos de oscuridad” (2006), “Amar la trama” (2010) o en el más reciente “Bailar en la cueva” (2014). Pero ahora la revelación se le hace evidente. Dice en “Movimiento”:

“Apenas nos pusimos en dos pies, comenzamos a migrar por la sabana, siguiendo la manada de bisontes, más allá del horizonte, a nuevas tierras lejanas…”

Ancestral, originario, el poeta observa al mundo y a la historia con mirada panorámica (y así lo muestra también en el exquisito video clip de esta canción). “Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje. Vamos con el polen en el viento, estamos vivos  porque estamos en movimiento…”

Drexler parece despojarse, des-poseer y darse cuenta que el otro también es libre: “Yo no soy de aquí, pero tú tampoco”. Nuestra cultura es universal. Nuestra identidad colectiva.

Y al cantante le es insuficiente la musicalidad para expresar lo que bulle en su guitarra, por eso necesita recitarlo con la máxima claridad posible:

“Atravesamos desiertos, glaciares, continentes. El mundo entero de extremo a extremo.

Empecinados, supervivientes. El ojo en el viento y en las corrientes. La mano firme en el remo. Cargamos con nuestras guerras. Nuestras canciones de cuna. Nuestro rumbo hecho de versos. De migraciones, de hambrunas. Y así ha sido desde siempre, desde el infinito. Fuimos la gota de agua, viajando en el meteorito. Cruzamos galaxias, vacíos, milenios. Buscábamos oxígeno, encontramos sueños”.

Echa mano a la teoría de la panspermia para resolver el misterio del origen de la vida en este planeta, convidado por un cuerpo celeste que lo trajo desde muy lejos en un tenue reflejo cristalino y vital. Eones resumidos en un par de líneas de una canción grabada para un disco de música popular y efímera como un salvavidas de hielo…

“Lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos. Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”, dice y calla, no-música, silencio, y crea la ilusión de ausencia del movimiento.

El cantante y su guitarra giran a 1700 km/h a la velocidad de rotación de la Tierra, mientras ella orbita al Sol a 107.000 km/h, y la estrella junto al sistema de planetas viaja a 792.000 km/h alrededor de la Vía Láctea, y la galaxia se desplaza a 2.160.000 km/h siguiendo la expansión creativa de nuestro cosmos… Aquí estamos y allá vamos…

“Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje”, sonríe el poeta cantante Jorge Drexler, la mano firme en el remo, las alas en la montaña, la mente en el horizonte.