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El Padre Francisco Olveira, integrante de Curas en la Opción por los Pobres, habló en exclusiva con InfoBaires24 sobre el panorama social y político.

 

El Padre “Paco”, como se lo conoce en la Isla Maciel, no tiene el discurso habitual de un sacerdote: si uno no fuera prevenido, es muy posible que no lo notara y que simplemente lo tomara con un luchador social.

Este cura que ha optado vivir como los pobres de su iglesia, desmenuza la realidad social y política como el más avezado analista. Anda por la calle con sus tres perros y en su humilde casa parroquial, también lo acompañan dos gatitos que, según dice, “se le colaron”.

Tierno y amable como siempre, Olveira preparó unos mates y comenzó a desgranar su punto de vista sobre la triste realidad que hoy padecen bastos sectores de la sociedad y su parroquia en particular.

– ¿En qué condiciones se desarrolla su tarea social en la actualidad?

Trabajamos en conjunto con muchas instituciones. Pero la realidad es que la escuela de circo, por ejemplo, que iba a tener una financiación de la Provincia de Buenos Aires, finalmente nunca la tuvo, así que se mantiene gracias a los voluntarios y al aporte de la Municipalidad de Avellaneda. Esto sucede igual que los cientos de programas virtuosos que funcionaban en nuestros barrios y están tendiendo a desaparecer; como el Centro de Atención Juvenil que funcionaba en el secundario, un espacio abierto con distintos talleres y propuestas. Desde junio del año pasado los talleristas no cobran y la verdad es que no pueden seguir trabajando gratis. Nosotros íbamos a abrir un CAI, un Centro de Actividades Infantiles, que el Ministro Sileoni no llegó a firmar y este Gobierno no tiene la voluntad de hacerlo. Teníamos, a su vez, el programa Mejor Vivir, que era de construcción de viviendas con planificación federal, y también sigue en veremos.

Hay cosas que continúan porque son institucionales como La Casa del Niño, pero no hay ningún tipo de iniciativas y las que había las están vaciando. Todo esto hace que los pibes que venían acá vuelvan a la calle. Claro, después bajan la edad de imputabilidad y listo, los encierran mientras los gobernantes toman champagne, al que por cierto, les bajaron los impuestos.

Para los pobres, el aumento no fue de un 40% sino de un 60%, porque la mayoría gasta su dinero en en alimentos. Y después impacta fuertemente el desempleo. Quienes trabajaban en blanco fueron despedidos y los que hacían changuitas, ya no tienen la posibilidad de hacerlo. Ese es el panorama actual.

– Es decir que hay una ausencia casi total del Estado.

Sí. Mirá, yo antes de esta carta abierta a Macri le había hecho una a Gabriela Michetti, diciéndole que ella había dicho que se iba a encargar de bajar la pobreza, esperanzando a muchos que hoy solo sienten angustia. Ella la leyó, me llamó y me dijo que quería venir para acá. Yo le respondí que a mí no me iban a usar para la foto, así que nos reunimos en privado junto a algunos vecinos del barrio, y a partir de ahí logramos traer el Programa Hogar -el de las garrafas sociales- y que vuelva Anses, que antes venía todas las semanas y ahora de vez en cuando. Pero eso fue lo único y claramente no alcanza.

– ¿Cómo impactó acá el incremento de tarifas?

La verdad es que acá varios vecinos están colgados, lo cual es peor, porque si hay una suba o baja de tensión pueden quedarse sin lo poquito que tienen, además de los peligros que implica. Pero también, obviamente, hay una parte que paga -nosotros mismos- y realmente impacta muchísimo; y eso que no llegaron todos los aumentos aún.

– ¿Es real que comenzó a funcionar un comedor acá?

Lamentablemente sí. Hasta 2015 no teníamos ni hacía falta. Sí hacíamos alguna comida en una actividad pero más como un encuentro, no por necesidad. Ahora tenemos dos comedores absolutamente sobrepasados de gente, uno con 200 y el otro con casi 100, que se pueden mantener gracias al Municipio de Avellaneda que tienen un gran compromiso con el Hambre Cero en el distrito.

Yo, ideológicamente, no quiero tener un comedor, quiero hacer otro tipo de actividades acá, pero no queda más remedio. Provincia manda algunos alimentos secos una vez por mes, pero eso no cubre los gastos; lo mantenemos gracias al Municipio y a las donaciones que nos llegan a la cuenta de la Isla, que permiten que, por ejemplo, los chicos tengan un yogurt de postre.

– Yendo al lado más teológico, se puede ver que muchos funcionarios del Gobierno profesan el cristianismo pero luego tienen una visible insensibilidad social. ¿Cómo lo analizas?

Yo creo que su único dios es el Dinero; la mayoría ni siquiera se la dan de cristianos y los que lo hacen, profesan un cristianismo clasista, donde importan los temas que tienen que ver con la moral sexual por ejemplo. En cuanto a lo social, ellos creen que está bien que exista la desigualdad social, que ellos estén arriba y nosotros abajo. Desde allí dirigen sus políticas. Lo que más lamento es que a muchos de ellos los formamos nosotros en nuestros centros.

– ¿Qué expectativas tenés de cara al futuro?

Uno no ve expectativa de futuro porque aquí no va a haber ningún cambio. Yo creo que más temprano que tarde va a explotar por algún lado. Hoy no, porque la gente tiene que lucharla cada día para comer, y los grados de organización todavía son muy bajos. Pero basta con que se prenda una llama para hacerlo. La semana pasada, por ejemplo, fueron movilizaciones muy importantes. No se puede mantener toda la vida de que toda la culpa la tuvo el Gobierno anterior. Pero supongamos, en el mejor de los casos, que tienen una buena intención y creen realmente en el libre mercado, y finalmente llegan esas inversiones. La realidad es que el dinero siempre va a quedar en cuatro manos, porque están en contra de la redistribución. Eso si pensamos que son honestos, pero yo tengo otra visión: creo que al igual que hubo un plan sistemático de desaparición de personas en la dictadura, hoy hay un plan sistemático de acumulación de riquezas en manos de los más poderosos.