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“Bluebird” tocó anoche parte del repertorio de Paul McCartney ante un enfervorizado auditorio que coreó todas las canciones en la Sala Melany de Mar del Plata.


Un cortinado rojo que se abre y deja ver el brillo de los instrumentos musicales en variados tonos bajo las luces del escenario. Humo. Aplausos, y los primeros acordes de “My brave face”. “I've been living in style, Unaccustomed as I am To the luxury life,…” la voz de Federico Serravalle en primer plano marca el rumbo a seguir por una hora y media de show que tendrá como denominador común un canto a la amistad. “Gracias a todos los amigos que vinieron esta noche”, dice Federico de movida, “y a Paul porque lo amamos”. El agradecimiento lo repite varias veces más entre tema y tema, y se van sucediendo hits de Wings y de McCartney solista, todos ejecutados con maestría y al milímetro por una banda donde cada músico suena justo como en las versiones originales de cada canción, pero a la vez permitiendo el lucimiento personal.
Las emociones atraviesan el teatro en una seguidilla de “tontas canciones de amor” capaces de conmover a la mismísima Linda Eastman “I´m amazed”, “My love”, y joyitas como “A long and winding road”, “Here, there and everywhere”, “Yesterday”.
¿Cuánto talento hay en la obra musical de Paul? –exclamo para mis adentros mientras me desempaño los ojos con disimulo-. Naa, es inmensurable -me respondo-.
También hay sorpresas. Por ejemplo cuando Sofie hace de Michael Jackson en “Say say say”, con un swing propio del Rey del pop, o Luciano Spampinato muta en un Stevie Wonder argento para “Ebony and ivory”.
Otros puntos altos son “Band on the run” en la que se luce Jota Musmeci, y la exquisita “Eleanor Rigby” con un inspiradísimo Ricky Marengo en teclados.
A esta altura somos dos centenares de amigos reunidos para celebrar la genialidad de uno de los más grandes compositores contemporáneos.
Creo que todos tenemos un beatle adentro. Para algunos es algo intimista, como el “Because” que grabó Pedro Aznar solito. Para otros es sin escrúpulos, como hizo Rita Lee. Y también vale el respeto a ultranza, como prefiere “Bluebird”, no para copiar sino para disfrutar cada canción tal cual es.
Y al final “Live and let die”, apoteósica (solo faltan los fuegos artificiales que usan en los recitales de grandes estadios, en las maratónicas giras mccarnianas).
Pero claro, nadie se va a ir sin un bis. Entonces vuelven y se mandan un “Hey Jude” para que cacareamos na na na nananá, nananá hey jude… (yo me permití un “vendo tomato” solo para entendidos). Y el trencito final del álbum “Abbey Road” de The Beatles, para que Diego Iturria hiciera con la batería lo mismo que Ringo Starr.
“And in the end the love you take is equal to the love you make”.
The End. “Y al final el amor que tienes es el amor que haces”.
El tributo a un viejo amigo, porque lo amamos.

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