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Por Alma Rodríguez.

 

Pasaron mil días y mil noches del día en que fue ordenada la detención de Milagro Sala. Hacía muchos años, podría decirse que desde la última dictadura, que el concepto de “preso político” no había vuelto a reaparecer como forma de denominación hacia alguien. Es subjetiva y relativa la percepción que se tiene del tiempo, se sabe. Más allá de si es un día, un año, mil días o mil años, es aberrante la construcción de un supuesto Estado de derecho con personas que son privadas de su libertad y sometidas a vejaciones y humillaciones por cualquier motivo que, en un estado como el que vivimos, se transforma en motivo político. Porque este Estado que construyen día a día Mauricio Macri y Gerardo (in)Morales no es un estado de derecho sino un estado de latrocinio.

Miles son los motivos por los cuales Milagro es considerada una enemiga por este Gobierno: por negra, por indígena, por mujer, por militante pero, por sobre todas las cosas, por haber construido una sociedad más justa en la que los que no tenían ni un gramo de dignidad comenzaron a sentirse ciudadanos de derecho con iguales privilegios y acceso a necesidades básicas como la alimentación, trabajo, vivienda, salud y educación.

Milagro cambió  el histórico modelo de la sociedad jujeña consiguiendo la visibilización de los desposeídos, de los históricamente ninguneados y postergados devolviendo a todos ellos la dignidad. No entienden la lucha colectiva quienes responden a los mercados ni quienes mueven sus ideales en base al odio de clases.  Y es precisamente ese odio el que los mueve a realizar este tipo de actos dignos de una dictadura.

La organización Tupac Amaru nació como consecuencia de la falta de trabajo, los problemas de vivienda, salud, educación pero también para luchar contra  lo estructural de la miseria y discriminación que muchos sufrían en la provincia de Jujuy. A partir de allí, llegaron las copas de leche, los comedores y las cooperativas para que “los nadie”, como los llama Eduardo Galeano, pudieran acceder a un techo digno. Lograron generar trabajo decente, escuelas, centros de salud, piletas, polideportivos y centros de rehabilitación entre las obras más importantes de la agrupación y de la historia de la provincia.  Hoy toda esa obra fue destruida simbólica y materialmente como muestra del odio que la clase dirigente jujeña con Gerardo (in)Morales a la cabeza propaga: la detención arbitraria de Milagro  es la muestra más clara del odio y de un sistema judicial de turno perverso y corrupto.

Sabemos que las casualidades no existen: que los mil días de detención de Milagro coincidan con la fecha en que se conmemora la matanza y dominación colonialista más grande del continente no es una coincidencia sino un devenir de la historia  a la que nos retrotrae el actual gobierno de Mauricio Macri.

Milagro, modelo de dignidad y militancia sublime, es el ejemplo a seguir. En ella se reúnen las voces, nuestras voces ancestrales que piden por rotas cadenas, por su libertad y por el sueño de un país donde reinen la justicia social y la igualdad. No hay democracia con presos políticos. No hay democracia ni estado de derecho con Milagro presa.

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