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Las elecciones de medio término tuvieron un innegable sello de choque de enfoques contrapuestos sobre la realidad del país y su futuro, y un claro epicentro en la provincia de Buenos Aires. El oficialismo obtuvo un triunfo importante en la provincia y también a nivel país, superando en ambos casos el 40% de los votos. Entre ambas listas obtuvieron casi el 80% de los votos en la provincia.

No se confirmó el cálculo de que el desgaste del gobierno por sus políticas antipopulares alcanzaría para ponerle un techo más bajo que en el 2015 y que la candidatura de Cristina con el respaldo de la mayoría de los intendentes bonaerenses podría capitalizar ese desgaste y superarlo.

Tampoco se confirmó el pronóstico de que se podía sacar de la cancha al Kirchnerismo y a Cristina y poner en su lugar una oposición complaciente.

No alcanzó con la brutal campaña de calumnias y ataques contra Cristina y una técnica mediática de transferir responsabilidades de todo lo malo al gobierno anterior, tampoco con la ayuda de Massa (que tan útil fue a la derecha en nuestras derrotas del 2013 y el 2015) y de Randazzo y sus aliados (y su táctica de dañar al Kirchnerismo y dividir votos).

La alianza gobernante actuó unida y coherente en su discurso. La alianza que gobernó durante 12 años no se pudo mantener y quedo reducida a los sectores del peronismo más cercanos a la figura de Cristina, un grupo de pequeñas fuerzas kirchneristas y sobre todo un gran electorado que resistió todas las presiones y acompañó.

Se logró un importante grado de unidad en la ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe y triunfos importantes en varias provincias como Tierra del Fuego y Rio Negro. Fueron también importantes las victorias de gobernadores no enfrentados al Kirchnerismo como pasó, por ejemplo en Tucumán y Santiago del Estero. Pero tomado el país y el peronismo en su conjunto, reinó la diversidad de ofertas y un grado muy grande de dispersión y enfrentamientos entre los que el poder mantuvo más o menos unidos hasta el 2015

Si asociamos ésta realidad electoral a las durísimas condiciones en que tuvieron que actuar las listas encabezadas por Cristina y Taiana, es claro que por volumen y definiciones logró constituir una oposición nítida y convocante en la provincia.

La primer conclusión es que la oposición construyó y fue a elecciones en la provincia de Buenos Aires con la mejor fórmula que podía tener (solo podíamos ampliar algo si algunos dirigentes como Randazzo o Massa se sumaban, pero no estába en sus propositos hacer eso. Ven su futuro en otro lado, ser la oposición aceptada por el Establishmen).

Dicho de otra manera: Era imposible reconstruir la alianza que gobernó 12 años porque su ala derecha ya la había roto casi inmediatamente después del 2015 y jugo en contra o no jugo (y así les fue). Hay una coincidencia generalizada de que los grandes derrotados fueron la mayoría de los gobernadores antikirchneristas de viejo o nuevo cuño, los diputados y senadores arrimados al gobierno y la parte de la dirigencia sindical acuerdista y genuflexa.

La segunda conclusión es que el “techo” de Cristina es prácticamente el techo de la oposición declarada y consecuente (más los votos de la izquierda) y el techo del oficialismo es el que tuvo Bulrich.( lo demás es lo que queda de la “ancha avenida del medio “confusa y marginal).

Que solidez y expectativas de crecimiento tienen ambos campos?

Creo que ninguno de los dos tiene un voto incondicional en su totalidad, en lo presente y lo futuro. Solo una parte evidentemente si lo es: la derecha tradicional y toda la gente cerrilmente antiperonista y anti izquierda; todos los que creen firmemente en los valores de individualismo extremo, de mercado a ultranza, de racismo y xenofobia como forma de ser argentino, los homofóbicos y militaristas, etc., encontraron en el Macrismo su ideal de opción electoral.

Y la mayoría de los que comulgan con los ideales de justicia social, antiimperialismo, democracia con derechos, humanismo y hermandad latinoamericana, libertad y pluralidad cultural, etc., experimentaron con el Kirchnerismo y su larga presencia en el gobierno un proceso de condensación de sus convicciones y experiencias políticas (en muchos casos de manera harto trabajosa para superar prejuicios y viejos conflictos) generando un fenómeno nuevo, con posibilidades de permanencia y maduración aún fuera del gobierno por un periodo de tiempo: el Kirchnerismo.

El votante Macrista por encima del “núcleo duro” ya en el 2015 había votado principalmente por causas no económicas (voto contra el populismo y el supuesto autoritarismo, la protección injusta a los “vagos” con planes sociales, las cadenas nacionales, el anti peronismo, etc.) y algunos mezclaban eso con el tema del impuesto a las ganancias, las restricciones a la compra de dólares, y otros temas por el estilo. Los votos de la primera vuelta (que son más nítidos que los del ballotage) ya habían ido contra nuestro gobierno en oportunidades anteriores, o sea era un voto bastante consolidado. En esta oportunidad volvieron a votar lo mismo con el agregado de los juicios en cadena contra Cristina, Boudu, De Vido y demás, lo de López y Lázaro Báez. Y el empeoramiento económico lo sobrellevaron con la esperanza hacia el futuro y las culpas de la “pesada herencia”, todo sumado a la protección mediática y judicial a Macri y su “equipo” y sus escándalos de corrupción. El triunfo del gobierno se cimentó en haber incrementado ese voto varios puntos. Cristina, contra todos los pronósticos, también creció pero en menor proporción.

Ambas propuestas tienen ventajas y desventajas para conservar su caudal, acrecentarlo y consolidarlo en un movimiento político.

La opción del oficialismo tiene como ventajas algunos aspectos de las condiciones sociales de crisis que sufren las sociedades capitalistas occidentales (aún en los países desarrollados) Esto como es conocido genera fenómenos inestables y variables en lo político por agotamiento de los parámetros del sistema luego de un largo período de estabilidad de partidos y corporaciones. Hay una transformación tumultuosa de las condiciones de vida, trabajo y relacionamiento del conjunto de la sociedad y sobre todo hay una crisis de las propuestas políticas y de los paradigmas centrales, civilizatorios de occidente. La propia idea de democracia liberal representativa y su rol en la prosperidad de los países está cuestionada desde varios ángulos. Eso hace que una masa muy grande de personas sea muy vulnerable a la manipulación y a sus propios prejuicios.

Pero la crisis mundial también hace que la derecha argentina deba enmascarar más cuidadosamente sus ideas y prácticas, porque no tiene margen para ofrecer algo distinto que una economía agroexportadora y casi sin industria, acumulación financiera, endeudamiento y aislamiento ante los países de la región, marginación de una parte importante de los habitantes, autoritarismo, represión y oscurantismo.

Para dicho enmascaramiento cuenta como nunca con los medios masivos de comunicación, las sofisticadas técnicas de ocultamiento y falseamiento de la realidad y el estímulo de tendencias que crecen por la fractura social, la dispersión de los trabajadores y el aturdimiento mediático y comunicacional tecnológico al alcance de todos. Todo eso fue experimentado durante mucho tiempo mientras se constituían como oposición y potenciado fuertemente ahora que disponen de las riendas del Estado.

Su mayor dificultad consiste en que su proyecto de país hace inevitable un desgarramiento del tejido social, con duros efectos económicos, sociales, de restricción de la democracia y derechos en general. Es previsible la creación de grandes zonas de pobreza endémica solo sostenidas con ayuda social, la frustración de sectores medios para los cuales no hay suficiente lugar en el país desindustrializado y de servicios que proponen, ni en el sistema educativo elitista que empobrece toda la educación y la cultura y el clima opresivo de un estado policial que ya están construyendo a ojos vistas.

La política de endeudamiento desenfrenado y la inestabilidad que surge de la crisis internacional augura posibles momentos de inviabilidad económica que si se combinan con picos de resistencia popular puede poner en serio riesgo el consenso que están construyendo..

Para consolidarse necesitan seguir conteniendo sus contradicciones internas entre los distintos grupos de poder, lograr una derrota decisiva de los intentos de resistencia hasta sumir a las víctimas del régimen en la resignación, el temor, la división y el aislamiento, y contar con una oposición que no difiera mucho de su rumbo y solo dispute quien lo comanda.

O sea que su principal riesgo es la resistencia popular que muestre los límites y el verdadero contenido del neoliberalismo en su versión actual y haga que la mayoría de la sociedad lo rechace y enfrente. La presencia de una oposición como la que representó Cristina -Taiana en esta elección es un dato central en esa posibilidad. Por eso la lucha por el contenido de la futura oposición es uno de los temas más ríspidos de la etapa poselectoral.

La opción Kirchnerista ha mostrado un nivel de vigencia y solidez electoral sorprendente. La figura de Cristina atacada y estigmatizada de mil maneras y no solo desde diciembre del 2015, mantiene y recrea en las actuales circunstancias un liderazgo muy importante. En él se inspiraron armados electorales en muchas provincias del país que yendo en alianza con el PJ tradicional o en opciones separadas, lograron resultados importantes sin contar con una referencia nacional unificada y coherente.

Los casi dos años de resistencia popular, ha encontrado al Kirchnerismo en primera línea. Sin lugar a dudas ha sido el sector político que más aporto a enfrentar las políticas del gobierno y a la defensa de los derechos y conquistas y las ideas del verdadero cambio en nuestro país y la región. En la enorme diversidad de conflictos de todo tipo que vivimos desde fines del 2015 y se siguieron registrando en la campaña electoral, el Kirchnerismo aporto con su masa crítica de centenares de miles de partidarios.

¿Cuáles son sus puntos débiles? En primer lugar la falta de una alianza más amplia, extendida y coherente que le permita tener expectativas de gobernar el país en el futuro. En segundo lugar la falta de organización suficiente de sus adherentes.

Sobre lo primero el riesgo es que se pase inmediatamente a discutir el “armado” para el 2019 sin debatir desde que postulados se pretende ser alternativa de gobierno.

Es indiscutible que en el amplio y variado campo que se asume como peronista esta la principal, aunque no única fuente de ensanchamiento de una alianza de gobierno con miras al futuro. Pero lo que se observa es que algunos componentes de ese espacio pretenden tener derechos de ser parte y aún de dirigir un reagrupamiento cuya única bandera sea llegar al gobierno sin dar un debate para que proyecto. Y muchos de ellos con conductas verdaderamente vergonzosas frente a las actuales políticas.

Y si eso no bastara pretenden excluir al Kirchnerismo y a Cristina. Es evidente que lo que proponen no es una alternativa sino una oposición complaciente o a lo sumo una alternancia continuista del mismo rumbo. Haría falta que algún memorioso les recordara lo que pasó con las fuerzas que hicieron eso en el llamado Pacto de Olivos entre la UCR y el PJ en los `90, allí fue donde comenzó el derrumbe de los grandes partidos históricos de la Argentina.

Es necesario promover un gran debate nacional acerca de cuáles son las bases para construir una alternativa al Macrismo. Debatir sobre si se puede seguir así con este poder judicial; si es posible hablar de democracia si las personas que deben decidir su voto no se pueden informar medianamente bien dado el monopolio mediático dominante; si las fuerzas de seguridad van a convertirse en poco tiempo en un ejército de ocupación o se las debe democratizar y poner bajo estricto control civil y ciudadano; si son suficientes los controles institucionales que hay para poner un freno al endeudamiento desenfrenado; si es aceptable una brutal redistribución de la renta a favor de los poderosos; y así de seguido. Es necesario que todos los que nos consideramos opositores nos pronunciemos, hablemos claro y tengamos una conducta acorde con una verdadera oposición.

Pero sobre todo es prioritario organizar el descontento, darles canales a los millones de compatriotas que quieren vivir en un país y no en una colonia de los poderosos de adentro y de afuera. Y construir entre todos ámbitos efectivos de participación de las mayorías en la política y luego en el poder, evitando la tendencia a erigir grupos áulicos y sectarios que solo aportan a la frustración de las propias banderas que enarbolan. Solo así se podrá revertir la situación desdichada en que se encuentra la Patria.

Rodolfo Casals* Integra la Mesa Nacional de la Propuesta Política de los Tabajadores (PPT) e Integrante de Espacio Popular