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Por Alejandro C. Tarruella.

 

La provincia de Buenos Aires se ha convertido en estos días en un campo de divisiones que muchos intentan unir para avanzar hacia 2019. La más jugada, por necesidad más que por convicción, es María Eugenia Vidal, distante ahora de Macri sin contarlo en público, enojada por los 19 mil millones que el hijo de Franco pretende recortarle de los fondos bonaerenses para atender a Christine Lagarde.

El Presidente, que desaparece durante varios días, posiblemente hastiado del ejercicio del gobierno, tiene grupos de influencia en el círculo rojo que lo quieren ver otra vez como candidato. Lo cierto es que a Macri le va muy mal mientras desguaza el país, produce la devaluación más grave en tres años de gobierno, y dice a sus íntimos que vive los peores momentos de su vida. Es cada vez más rico pero más infeliz en sus emociones.

Vidal, de la mano de Rodríguez Larreta, el gimnasta, aventura tomar distancia de Mauricio, el hijo de Franco, debido a que solo cosecha derrota tras derrota en tanto huye de las cámaras. Larreta se gastó 333 millones de dólares en los Juegos de la Juventud, 44 por ciento más de lo que se estimó al iniciarse las obras, dejando enormes ganancias en empresas amigas que lo ven como candidato a Presidente.

Hoy, el turno de esa alianza que está quebrando a Cambiemos es para Vidal. La Gobernadora está jugada a la demagogia. Salidas por televisión, grabaciones amigas para dar la imagen de que se mete en los problemas, aportes en algunas ayudas, como las que van de la mano de Carolina Stanley y cuentan con el auxilio de algunos movimientos sociales que reciben importantes sumas para promover su perfil Heidi.

Vidal confronta con maestros, le saca los subsidios a lisiados, logra que la Justicia lance al vacío la causa de los aportes de campaña truchos y hace que su Procurador se involucre en un intento de detener a Pablo Moyano sin causa. Por la pura necesidad de herir al peronismo y al movimiento obrero que no se somete a la violencia del gobierno nacional hacia abajo. Si hay alguien que contiene la violencia en la Argentina de hoy, es el peronismo.

Entre los piantavotos, Ricardo Alfonsín el bueno, solo imagina un futuro donde junte algunas voluntades para herir a Macri y sus laderos, herido por los movimientos que hacen del radicalismo en Cambiemos un socio menor, menospreciado y en estado de abandono.

Lilita Carrió es mala palabra en su diccionario, por lo cual se habla cada vez con mayor frecuencia en la provincia que Ricardo vuelve a las antiguas historias que no terminaron felices. Busca a Margarita Stolbizer, cuyo gorilismo es el arma que mejor maneja y procura no caer en Cambiemos aunque bien podría hacerlo. Alfonsín quiere sumar a los socialistas santafecinos en una variante progresista para evitar quedar amarrado a la colisión Cívica de Carrió u otra variante progre sísmica distante del “populismo” con el cual pretenden evitar al peronismo, al movimiento obrero, al pueblo y todo aquello que huela al sudor del trabajo.

En el FR huyen en masa

Se quieren ir del Frente Renovador, ya lo han hecho en la práctica, Felipe Solá, Arroyo, Facundo Moyano, Jorge Taboada de Chubut y de Buenos Aires, Fernando Ascencio, con lo cual serían cinco caídas en el grupo de amigos de Sergio Massa.

A todo esto, Cristina es un poco “de eso no se habla”. Su intención de voto crece mientras el macrismo ayuda a algunas consultoras que intentan hacer creer que Mauricio está en condiciones de triunfar en un ballotage ante la ex Presidente, y que la polarización lo favorece. Esas falsas creencias se deben a un clásico de Durán Barba. En el entorno de María Eugenia, Stanley, Rodríguez Larreta, saben que eso no es cierto, que la imagen del Presidente anda por los pisos y que María Eugenia, desgastada por reclamos y tarifazos sin pausa, está un poco mejor que su jefe. No por nada, en algunos círculos del macrismo del Senado se aventura que hoy es posible adelantar las elecciones y que en Cambiemos hay ya acuerdos suficientes para abordar una medida semejante ante el desastre nacional que, en la mirada de los oficialistas, solo puede profundizarse en estos meses.

Es obvio que esa mirada, a la que no sería ajeno Enrique Pinedo, tiene como consecuencia algo elemental: Macri está fuera de juego en una candidatura adelantada, mientras que María Eugenia se acerca a esa posibilidad. Los senadores oficialistas hacen una cuenta sencilla: para Cambiemos todo va a ser peor en camino a fines de 2019. Adelantar las elecciones puede permitir no perder todo lo que se va a perder. Quieren evitar caer y que la fuerza quede convertida en una expresión minoritaria de la política nacional. Por supuesto, María Eugenia analiza con Rodríguez Larreta, el gimnasta, esa situación, que es difícil de plantear en la cara a Mauricio. Seguramente, esperan una situación traumática, inevitable, que permita arrojar las cartas sobre la mesa.

Luego de la marcha a Luján, creen algunos cambiemos cambiados, se estará mucho más cerca de adelantar las elecciones, y así impedir que -como los dólares que esfumó Caputo una vez que lo asistió Lagarde- se evaporen los votos que el oficialismo pierde hoy sin vueltas. La unidad del peronismo hoy está más cerca. Los que no entren será porque no están ni tienen votos. Algunos creen que pueden aún venderle una estampita a los desprevenidos para seguir cobrando el salario de la traición.