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Columna de opinión de Héctor Maciel, referente de la Corriente Clasista y Combativa.

 

Hemos sufrido una de las peores tormentas en los últimos 30 años en Mar del Plata, sólo comparable a la del año 92 y al tornado del año 93… Miles de afectados, inundados por todos los barrios, casillas precarias que no resistieron el vendaval y se inundaban por arriba y por abajo, etc. Un cuadro desolador que no sorprende ya que estamos en la ciudad con uno de los bolsones más grandes de pobreza (más de 250 mil pobres), en la ciudad de la desocupación y la precarización laboral. No sorprende, pero indigna y entristece ver a tantos vecinos sufrir. Una ciudad costera, donde el desagote de las lluvias al mar debería ser rápido y eficiente y no lo es. ¿Por qué? Falta de obras: desagües, sumideros, canales, etc. Falta de limpieza de cauces de arroyos, de bocas de tormenta, de basurales, etc. Faltan planes de vivienda sociales: el déficit habitacional supera las 30.000 unidades. Miles sobreviven en asentamientos precarios, en zonas inundables, en barrios sin infraestructura de ningún tipo… es decir, si bien tuvimos una lluvia récord en pocas horas, la situación social y de infraestructura de la ciudad agravó todo.

 La tormenta visibilizo como viven cientos de miles de marplatenses, en muy malas condiciones. Y en esto tiene responsabilidad el Gobierno (municipal, provincial y nacional) que son los que deben bregar por dar soluciones y concretar las obras faltantes, además de tener políticas preventivas ante estas contingencias.   También es cierto que las anteriores administraciones hicieron poco y nada para revertir esto. Hubo pocos funcionarios que trabajaron llevando colchones y frazadas a algunos de los damnificados. Otros se fueron de vacaciones. La ayuda fue insuficiente ante tamaño daño producido.

Es hora de cambiar, de gobernar mirando a los que más necesitan de la ayuda y la asistencia. De generar obras de infraestructura y sobre todo de viviendas que traigan alivio ante las inclemencias y que garanticen una mejor calidad de vida a nuestros vecinos. Y lógicamente esto generara fuentes de trabajo para los miles de desocupados de nuestra ciudad.

En todo este caos, rescato la solidaridad de los vecinos, de las organizaciones sociales y comunitarias, que pusieron el hombro para aliviar las consecuencias dolorosas. Organizaciones sociales que no son convocadas a trabajar conjuntamente y a las cuales muchas veces se las demoniza y maltrata.