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El inevitable desenlace de las políticas económicas que viene aplicando el gobierno encabezado por el empresario-presidente Mauricio Macri, desde que por una mínima diferencia de casi dos puntos porcentuales en votos logró sentarse en el “Sillón de Rivadavia”, se impone con la crudeza de la realidad.

 

Los trucos de marketing político parecen no alcanzar para tapar el desastre social al que es sometido nuestro pueblo en esta etapa. La entrega de la independencia económica al mandato del FMI, vuelve a convertir a nuestro país en una colonia de los organismos financieros especulativos, enterrando la voluntad soberana de nuestra Nación. Mauricio Macri camina a los tumbos por las calles de la política nacional, desencantando a un porcentaje cada vez mayor de sus votantes. Sin embargo, la alianza Cambiemos cuenta -por ahora- con una ventaja táctica de peso: la falta de una voz de mando en el peronismo. Una conducción, que logre contener y sintetizar las voluntades de sus diferentes sectores internos, articule la diversidad que habita en el campo nacional y popular y elabore en base a un programa, una estrategia de cara al 2019 que vuelva a enamorar a las mayorías populares.

A dos años y medio de su gestión frente al Poder Ejecutivo Nacional, el empresario-presidente Mauricio Macri demostró que no gobierna, reacciona. Esta actitud, no sólo genera más sombras de cara al futuro inmediato de nuestro país, sumergido en una crisis que avanza a pasos agigantados debido a las políticas aplicadas por la gestión de la alianza Cambiemos, que con gestos de yuppies superados, sonrisas cancheras y una falsa escucha, comenzaron a entender que no se puede conducir los destinos de un Estado con tecnócratas y CEO´s reciclados en políticos.

Independientemente de lo que se pregona desde la lógica neoliberal, el Estado no es una empresa privada que debate su futuro entre las columnas de un balance que responde a las necesidades del Debe y el Haber. El Estado es la representación simbólica del cumplimiento de las necesidades de millones de habitantes, que por distintos motivos, precisan de políticas públicas para subsistir, mejorar sus condiciones, y en muchos casos lograr una de las metas que grabó a fuego el peronismo en la conciencia de nuestro pueblo: la movilidad social ascendente.

Por este motivo, más allá de los éxitos que puedan tener los trucos de marketing político en una determinada etapa de la vida política de una sociedad (Ej: campañas, lanzamiento de una política pública, etc.), la realidad se choca de lleno con el macabro rostro de los ajustes feroces. Nuestro pueblo sabe muy bien de que se trata esto.

La alianza Cambiemos llegó a Casa Rosada con un plan de negocios, escondido en la fachada de un plan político. A partir de allí, impuso un giro de 180 grados a las políticas inclusivas que comenzaron a gestarse a partir del año 2002 hasta el 2015, devolviendo los excedentes de los privilegios a los sectores privilegiados de la sociedad.

En este sentido, en las últimas semanas y producto de una falta de planificación económica por parte de quienes gobiernan el país, nuestra economía volvió a hundirse en enormes depresiones, y la respuesta boba a esta situación fue tocar la puerta de manera desesperada al FMI. Conocidas ya las cartas de exigencias del Fondo -que no guardan ninguna modificación con las que conocimos durante los años ´80, ´90 y principios del 2000, hasta que Néstor Kirchner decidió llevar adelante la patriada de sacarse el FMI de encima- proponen un severo ajuste que apunta a reprivatizar las jubilaciones, cancelar obra pública, bajar sueldos de trabajadores estatales, achicar los presupuestos provinciales (y por ende, municipales) y disponer de fondos que sólo estén al servicio del pago de intereses de esta deuda, con la única finalidad de contraer más deuda, y caer de nuevo en el círculo vicioso de la entrega de los intereses de nuestro país a un grupo selecto de acreedores apátridas.

Este escenario, a todas luces pernicioso para el oficialismo, cuenta con una ventaja táctica de mucha importancia para el macrismo: una falta global de liderazgo en el peronismo, que permite articular a los distintos sectores del movimiento y sus aliados, con el objetivo de generar una alternativa que dispute no sólo el gobierno en 2019, sino el poder.

Las disputas internas en el amplio campo nacional y popular, los egoísmos, los egos, las adulaciones a figuras que sólo representan espacios -y no amplios sectores- juegan a favor del equilibrio macrista por sobrevivir a esta crisis.

Hace tan solo unos meses, el gobernador justicialista de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, lanzó la esperanzadora consigna: “Hay2019”. Inmediatamente un grupo de dirigentes la resignificaron, cuando no la tomaron como propia. Esta dinámica derivó en un interesante encuentro realizado en esa provincia puntana, del que sin embargo no tuvo mayor transcendencia puesto que faltaron los gobernadores peronistas, verdaderos pilares y sostén de un espacio de unidad.

La unidad nunca es un camino fácil, sin embargo el peronismo se caracterizó por darle una solución a la misma, cuando se logra la síntesis entre las condiciones objetivas y subjetivas del Movimiento Nacional justicialista y sus satélites: las internas abiertas.

En esa instancia, las cosas son sencillas: el que gana conduce, el que pierde acompaña.

¿Los Sectores del peronismo, de la oposición perteneciente al campo nacional y popular, estarán a la altura histórica de definir sus peleas de ego para brindar una respuesta al pueblo argentino, que espera con ansias un gesto de unidad que les devuelva el principio de la esperanza?