Page Title. Maximum length 60-70 characters

Cambiemos sabe cómo amarrocar pero no cómo gobernar.

 

Hay confusión entre los economistas del gobierno. Al punto que dan un  paso adelante y varios atrás poniendo en jaque la economía de las personas que integran la sociedad. Por una parte, eso no les preocupa, aunque los inquieta cuando ven grupos numerosos de personas.

Si Evita enseñó que “donde hay una necesidad hay un derecho”, Patricia Bullrich y Macri hijo prometen “Donde hay una necesidad hay varios gendarmes, escopetas, balas y gases”. Sin embargo, cada vez más sienten que miles de policías no quieren reprimir al pueblo y no hay consenso, ni aún entre los propios, que es necesario luego de arrancar los bienes a la sociedad, ir por la sangre o la vida de los heridos. Si bien niegan el crimen de Santiago Maldonado, temen a las consecuencias de un hecho o varios hechos semejantes.

Esos economistas sin patria venían jugando pesado en la venta de los bienes del Estado de los que, curiosamente, muchas veces se benefician ellos mismos a través de diferentes subterfugios. Unos días atrás, se verificaba el procedimiento por el cual el Tesoro intervenía el mercado de cambios y con alegría duvjovniana salía a vender partidas de unos 100 millones de dólares cada día. Ese dolaraje era parte del que el FMI les había otorgado y sobre el que pedía no jugar a la ruleta financiera. Una mención para la gilada porque Largade sabía que, dólares en mano, Dujovne, Caputo y los amigos iban a salir de festín al llamado “mercado”. Para no incomodar a Christine en demasía, bajaban a 75 millones el aporte al jolgorio y días después anunciaban 50 millones de dólares. La fiesta inolvidable continuaba mientras Bonadío los encubría con un show a toda orquesta en Buenos Aires, Río Gallegos, El Calafate, todo dirigido desde Comodoro Py y transmitido por cadena nacional. El resultado, se partía el país, los ricos eran más ricos y los actores de Bonadío salían a botonear no según la realidad, sino según un libreto que envolvía a empresarios, funcionarios y quien sea.

El discurso de Cristina en el Congreso generó una alta medición en medios y redes sociales y enmarcó el reclamo nacional por un cambio profundo. En círculos de intimidad del poder se comentó que Mauricio estaba cada más molesto, perturbado, intolerante y hasta es posible que haya comentado por ahí, a un empresario tal vez, que éste, el de presidente, era poco menos que el peor trabajo de su vida. Supongamos entonces que, en conocimiento de que sus bienes no se verán afectados por Bonadío pero incómodo con su rol, aventurara que Vidal pudiera continuar en su tarea debido a su cansancio. No lo sabríamos pero podríamos estar en vísperas de una salida intempestiva. Esto no es para alterar a nadie, porque en los medios hay quienes sostienen que la etapa es la del final, como en “Desencuentro”, y que por lo tanto son muchos los actores que establecen hipótesis. Guillermo Moreno, por ejemplo, cree que una Asamblea Legislativa sería el camino para acabar con la etapa. Otros por ahí señalaban que Durán Barba y otros operadores, entre los que podría estar el eclipsado Marcos Peña, analizaban, dado el tenor de los hechos que se viven, un adelantamiento electoral para diciembre. Lo cierto es que un aire de final ronda en las tablas de la política nacional.

Macri deberá asumir en Cambiemos, en tanto, la frase que Dostoievsky desgrana en “Los hermanos Karamazov” (con toda certeza podemos decir que no leyó la novela y no conoce personalmente a Dosto): “Cada uno de nosotros es culpable ante todos y por todos, y yo más que los demás”. Los datos de la realidad indican que se avecinan momentos cruciales. En todo caso, todo va a ser para mejor en tanto y en cuanto no perdure esta pesadilla, aunque incluso en filas progresistas, muchas voces  escuchadas estos días en cenáculos del arte y el pensamiento bien educado de la ciudad capital larretiana, digan que es todo tan tremendo que hacia el futuro se observa un horizonte negro. Dentro de ese pensamiento, que puede ser izquierda sociológica de buena mesa, está encubierto que en realidad temen a que termine este tiempo de oprobios y se encierren en un cruzamiento de entrecejo que preanuncie bostezos de angustia porteña. Esto es en cierto modo inconsciente pero también exhibe poca disposición, escasa voluntad, a encarar lo que significa un cambio. Algunos efluvios setentistas nos recuerdan aquel “cuando peor mejor”, y podría aquí pedirse a tales exponentes del pensamiento bien leído que salgan de esa encerrona, y corran aquello que les impide ver el sol.

Los economistas de Macri mienten que el Tesoro tiene pesos suficientes, que casi le sobran, y al rato salen al mercado a recibir pesos por plazos de 3 meses, demoledores para la economía. En tanto usuran el destino de los argentinos. En las calles, los maestros claman por sus aumentos, los obreros industriales de Río Santiago exigen su dignidad y son reprimidos, Vidal visita canales amigos sostenidos a pura pauta pero no puede disimular su rostro, que ya no sonríe en estilo de los Alpes suizos, y Mauricio, demacrado, casi no aparece, mientras Dujovne y sus amigos dan manotazos de ahogado. Hay un dato alentador en todo esto: la movilización del movimiento obrero y los movimientos sociales expresan voluntad y responsabilidad con la hora que vive el país. Esa es la base del movimiento nacional que, con visión frentista amplia y generosa, tendrá que conducir la recuperación del país.

Se sabe que la farsa de los cuadernos, en realidad, las fotocopias, no prende en el pueblo. Lo dicen “La Nación” y las encuestadoras amigas: no hay ya mucho margen. Son tiempos que exigen responsabilidad extrema al peronismo, al que se le reclama unidad justa y planes para una recuperación que contemple resolver con urgencia las necesidades de los más afectados. Cambiemos se ha probado que no es afín a la responsabilidad, prefieren el comuflage, la simulación y la entrega. Los tiempos que vienen son de paciencia, solidaridad y recuperación de la sociedad para iniciar la tarea de encarar los nuevos paradigmas. La actual etapa de la globalización y el neoliberalismo ha terminado. Hay una esperanza en la calle, pero hay que realizarla. Y eso es responsabilidad de la dirigencia política como tarea a encarar ya mismo.